Este lunes 2 de diciembre el proyecto de ley del Acuerdo de Vida en Común, AVP, fue despachado por la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del Senado para ser votado en sala. Estando en primer trámite constitucional, le queda un largo y no menos árido camino por recorrer. Para ser el primer avance en la materia, uno esperaría que el futuro del proyecto fuese un poco menos incierto de lo que es.
Según la última encuesta de la Universidad Diego Portales, un 42,3% de los chilenos apoya el matrimonio homosexual, y sólo un 32,6% apoya que parejas del mismo sexo adopten hijos. Si bien los números no son todo lo contundentes que uno quisiera, sí lo es el aumento sostenido que éstos han tenido: ambas preguntas han aumentado la respuesta favorable en 10 puntos porcentuales respecto a la medición de 2010.
Si el matrimonio igualitario, AVP, o como quieran llamarle, despierta en Chile un fuerte debate en nuestro país, éste se amplifica cuando se habla de adopción por parte de parejas homosexuales. El reportaje de Informe Especial del domingo 1 de diciembre fue una muestra de ello. Las redes sociales explotaron con opiniones, si bien divergentes, mayoritariamente favorables al debate y, derechamente, a la posibilidad de que en Chile efectivamente las parejas homosexuales tengan la posibilidad de adoptar hijos. Si Chile muestra una sostenida apertura social y cultural a estos temas, ¿por qué los legisladores han hecho y hacen oídos sordos a esto?
Los primeros argumentos para oponerse a la posibilidad de que parejas del mismo sexo pudiesen adoptar hijos, tenían que ver con una supuesta determinación de la condición sexual de los padres sobre la condición sexual de los hijos. Este argumento, tanto por razones teóricas como empíricas, ha sido refutado contundentemente: “Los niños están tan bien o tan mal con padres del mismo sexo como con padres heterosexuales. Lo que de verdad importa no es la orientación sexual de los padres sino la calidad de la crianza que reciben” – Susan Golombok, Cambridge University.
No obstante existe otro al que se le presta mayor oído: la discriminación y daños sicológicos (a causa de ella) que podrían sufrir hijos de padres homosexuales. En Estados Unidos existen organizaciones de padres del mismo sexo que se reúnen habitualmente justamente con el fin de mostrarles a sus hijos que no son los únicos que viven esa realidad, y que por lo tanto no tienen por qué ser discriminados y ser tratados como especie extraña. A esas reuniones asisten chilenos homosexuales que han debido salir de Chile para cumplir su sueño de formar una familia. Sin embargo aquí crecen las familias que habiendo contraído matrimonio heterosexual y tenido hijos en ese contexto, luego descubren su condición homosexual, se separan y crían a sus hijos con sus nuevas parejas del mismo sexo.
Lamentablemente toda esta última situación es bastante irregular e informal en nuestro país. No existe mayor evidencia ni datos de cuántas familias viven esta situación y cuál es el número que puede llevarlo bien efectivamente y cuántas no. Por ello es fundamental avanzar en este tema: con reflexión, debate, y altura de miras se puede lograr. Esperamos que no pase una generación más para lograrlo.