Cada vez que prendo un cigarro, salta mi curiosidad sobre qué piensan los chilenos sobre este tema. Y es que es inevitable quitar del consciente popular las imágenes restrictivas que fueron exhibidas durante el Día Mundial Sin Fumar. Fecha, en la que además, escuchamos a autoridades como el senador (PPD) Guido Girardi llamar a la tabacaleras como “los pedófilos del Siglo XXI”.
A partir de ese comentario, me pregunté ¿en qué minuto el tabaco se convirtió en un aspecto tabú? En la actualidad, un 40,6% de la población fuma. Y según estimaciones de la Organización Panamericana de Salud, un chileno aspira en promedio 43 cajetillas anuales. Cifras que ubican a nuestro país como el más fumador del continente americano.
Gracias a estos números, sufrimos el desdén de varios que acusan al cigarrillo de no ser más que un vicio. Sin embargo, debo advertir que fue mi decisión ser fumador. Entonces, ¿Por qué cada vez que lo hago siento la necesidad de esconderme? ¿Somos delincuentes detrás del humo? ¿Quién nos ampara cuando somos discriminados?
La Ley que busca restringir mis derechos como consumidor ha sido disfrazada como una medida necesaria donde, por ejemplo, Girardi asume que con un alza de modo específico a las cajetillas se reducirá considerablemente el número de fumadores. No obstante, éste no indica que el aumento en los valores que bordeará los 5.500 pesos en gran parte contribuirá al contrabando.
Por otro lado, se habla de cubrir el 100% de las cajetillas con advertencias sobre el consumo de tabaco. Idea que se replica de Australia, país con las políticas más duras acerca de este tema y que en gran parte se ha dedicado a reducir la publicidad tabacalera. Pese a ello, este punto de la Ley no sólo afecta a quien consume el producto, y a su libertad de hacerlo, sino que también a quienes trabajan sobre la propiedad industrial.
Adicionalmente, se planea restringir el acceso a los fumadores a plazas o parques dedicadas a los más pequeños a fin de evitar que estos vean normal una actividad que no debiera serlo. Y aunque, probablemente, sea una manera de pensar en cómo evitar que estos copien tal comportamiento, también debemos acotarlo a que son los padres quienes deben enseñar a sus hijos sobre qué conductas seguir o no. Y es que es absurdo pensar que podemos negar el acceso a una persona a un lugar al aire libre por fumar.
A fin de cuentas, muchos olvidan que fumar es una actividad que escogemos libremente. Y como tal, continuar con el hábito de ser fumador es una opción que tomamos como adultos conscientes de lo qué significa. Sin embargo, a veces la discriminación es una forma fácil de enjuiciar a una persona por quién es o lo que hace. Sin duda, el mayor cambio será cuando tengamos la posibilidad de actuar sin la imposición de terceros.