Nuestro artículo anterior sobre este tema surgió a propósito del decreto emitido por el Ministro de Salud prohibiendo el uso del mentol en los cigarrillos, el que fue desestimado por Contraloría General de la República por no ajustarse a derecho y no presentar la evidencia suficiente para acogerlo y tomar razón del mismo. No obstante, esta semana la autoridad nacional en materia de salud volvió a enviar el decreto prohibitivo de la sustancia subsanando las observaciones hechas por el organismo contralor, lo que nos lleva a reflexionar sobre uno o dos puntos adicionales sobre el tema.
No siéndoles suficientemente restrictiva la ley de tabaco en sí, el Ministerio de Salud se empeña en seguir diciéndonos qué es lo mejor para nosotros, los ciudadanos, omitiendo nuestra capacidad de discernir e insistiendo majaderamente en prohibir el mentol en los cigarrillos. De lo que nos surge la pregunta ¿en nuestras plenas facultades, la libertad de elegir qué consumir, en específico la de los fumadores si consumir cigarrillos mentolados o no, debe quedar al arbitrio de una autoridad pública, representante del Estado? Esto evidentemente conlleva a reflexionar, una vez más, sobre los límites del Leviatan, los que se vienen cuestionando hace ya un buen par de siglos de teoría política.
Esta situación, en tanto práctica y real, se presenta más compleja cuando un Ministro de Salud obvia una serie de estudios científicos que concluyen la carencia de evidencia empírica para afirmar los efectos dañinos del mentol como sustancia aditiva en los cigarrillos, y sólo aduce argumentos esgrimidos por una sola institución. Las encuestas mal diseñadas y tendenciosas, los datos sesgados y la falta de honestidad intelectual sólo profundizan el descrédito y desconfianza en las autoridades e instituciones, lo que es aún más grave cuando se da la señal que ésta surge prácticamente por una “batalla personal”.
Como ejemplo más ilustrativo del problema de fondo, en Córdoba, Argentina, hace unas semanas ya se ha empezado a prohibir incluso salir a fumar con vasos plásticos en los espacios abiertos de los bares, restorantes y discotecas. Mostrando así a los niveles de irracionalidad que puede llegar una prohibición a la cual no se le pone atajo a tiempo.
En nuestro artículo anterior destacamos también la importancia de instituciones serias y robustas que defiendan y prioricen criterios jurídicos por sobre refrendas personales y particulares, y que eviten leyes abusivas que pasen a llevar las garantías constitucionales de los ciudadanos. Esta vez no sólo destacamos su importancia, sino además las exhortamos a actuar en consecuencia, y evitar prohibiciones irracionales, o derechamente obsesiones.