“La hija mayor de Lot dijo a la pequeña: «Nuestro padre es viejo y no hay ningún hombre en el país que se una a nosotras, como se hace en todo el mundo. Ven, vamos a darle vino a nuestro padre, nos acostaremos con él y así engendraremos descendencia.» En efecto, propinaron vino a su padre aquella misma noche, y entró la mayor y se acostó con su padre, sin que él se enterase de cuándo ella se acostó ni cuándo se levantó.” Génesis 19, 31-36
La práctica de relaciones sexuales entre individuos emparentados entre sí, por lazo biológico o consanguíneo, se denomina incesto. En algunas culturas y períodos de la historia ha sido aceptado, ya sea por razones demográficas, razones económicas, culturales e incluso biológicas; como mantener ciertos rasgos genéticos, o asegurar la descendencia familiar.
Lo hemos dicho antes en Quiero Elegir; toda historia tiene su propia lógica y evoluciona en virtud de una ética a escala humana: nace de un hábito, luego una costumbre cultural y en un proceso lento se instala como institución o norma. Este, no es el caso.
La sociedad occidental de hoy rechaza el incesto y lo castiga. Se considera estupro desde lo legal, una perversión desde lo psicológico, una deshonra para la familia y una violación denigrante para la víctima. Lo habitual es que la familia se quiebre, pero ¿Qué puede llevar a una madre a proteger al hombre que cometió el abuso, y culpar a su propia hija del acto? ¿Qué hay en la mente de una madre que respalda el actuar de su pareja sacrificando la dignidad de su propia hija preadolescente?
El origen del problema: La causa antes que la consecuencia
En Quiero Elegir creemos que son rasgos de un malestar social que merece un análisis y un debate ciudadano. Los lazos familiares están quebrados. Los afectos maternales desvirtuados. La familia, como base de la sociedad, no está brindando el cobijo necesario.
El caso de Belén, la niña de once años abusada por su padrastro, despertó un debate que recuerda hasta donde decidimos por nuestro cuerpo y por la vida de un nuevo ser humano. He aquí un problema ético complejo que no encuentra puntos intermedios. Vamos a graficar nombrando, como ejemplo, a dos de los candidatos a la presidencia de la república; Michelle Bachelet se declara a favor de despenalizar el aborto en casos de violación o riesgo de muerte de la madre o el bebé. Pablo Longueira, se opone al aborto y a la píldora del día después, en defensa de la vida desde el momento de la concepción.
La legislación sobre el aborto en América Latina, es considerada una de las más restrictivas del mundo, pero para nosotros lo valórico se forja en la familia. Por esto, Quiero Elegir plantea una mirada a la célula madre de la sociedad y enfoca su análisis en los vínculos afectivos que definen si nuestra conducta es sana o perturbada ¿Qué piensan ustedes, amables lectores?