A días de las elecciones presidenciales y del congreso, el conflicto Mapuche se agudiza y se ubica en el punto más álgido de toda su historia. La relación histórica entre esta comunidad y el Estado nunca ha sido la mejor, sobre todo cuando el grupo indígena ha visto sus derechos mermarse con el paso del tiempo, sin recibir respuestas ni soluciones a las inquietudes y deseos de todo un pueblo.
El conflicto se remonta al siglo XIX, cuando el Estado buscaba forjar una soberanía en la Araucanía y así poder conquistar todo el territorio nacional. Las comunidades indígenas fueron desplazadas y obligadas a vivir lejos de sus tierras, separados de sus tradiciones y riquezas que auténticamente les pertenecían. Fueron años de lucha donde los nativos exigían a los gobiernos el retorno de sus dominios y el reconocimiento de su identidad cultural.
Actualmente el conflicto no parece tener una solución concreta. Las acciones y las medidas de presión por parte de los grupos indígenas más radicales se han agudizado, mientras que los cuerpos de seguridad han incrementado su asedio a las comunidades, encarcelando y persiguiendo a los líderes más representativos.
Pero, luego de tanto tiempo de guerra y enfrentamientos, ¿llegará este conflicto de décadas a su fin? Parece ser que no, ya que en vísperas de las elecciones de este domingo, todavía no se visualiza un panorama claro que indique la intención de algún candidato, con opciones reales de llegar a la presidencia, de resolver y atender las peticiones de esta comunidad que demanda mejoras sociales, programas de integración, de desarrollo económico y cultural.
Los Mapuches no solo han sido despojados de su cultura y de sus tierras, sino del derecho vivir y desarrollarse libremente como cualquier otro chileno nacido en esta tierra.