Al margen de las reivindicaciones territoriales, las demandas del pueblo originario con mayor población en Chile se agudizaron y sumaron nuevos factores como la pobreza, la cesantía y la mortandad infantil que afectan a un millón y medio de mapuches residentes en la zona de Arauco.
Hace alrededor de 600 años la contienda de la etnia se encuentra instalada en nuestro país. El conflicto que se acarrea desde la llegada de los colonizadores españoles al Wallmapu (nación mapuche), durante el siglo XVI, se ha intensificado a medida que las demandas históricas, tales como la restitución de tierras y la autonomía, provocan un problema sin solución y un notorio empobrecimiento.
La cultura y sus habitantes desaparecen poco a poco, pero junto con ello los recursos económicos y las posibilidades de surgir en un país donde la desigualdad se hace cada vez más notoria.
Según la investigación dirigida por la trabajadora social Mahia Saracostti Schwartzman, en la Universidad Autónoma de Chile en octubre de 2010, la IX Región lidera “por sobre el promedio nacional” las cifras de desempleo y pobreza.
“Es evidente que la mayoría de las políticas públicas no toman en consideración a los pueblos originarios”. Al mismo tiempo, “el peso del clasismo que es tan típico en nuestra sociedad, toma gran importancia en lugares donde lo indígena tiene una connotación de lo atrasado, lo diferente y lo primitivo. Esto podría explicar la asociación entre pobreza y mapuches”, destaca Saracostti Schwartzman, quien hace diez 10 años se dedicada al estudio de asuntos indígenas.
Al interior del pueblo mapuche, las percepciones sobre el giro en el foco de las demandas, son claras. La principal organización de la causa aborigen, la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), fundada en 1998, y catalogada como terrorista por el Estado de Chile, cuenta con importantes voceros que apuntan al factor pobreza como una necesidad que se debe tratar con urgencia en las diversas localidades de la zona.
Sergio Millaman, mapuche activista de la CAM y columnista del diario Mapuexpress, señala que “la pobreza en la región es un indicio de que las políticas económicas impuestas son excluyentes del pueblo mapuche, no es un tema de falta de educación, el modelo así está pensado, usurpar tierras mapuche y utilizar al mapuche como mano de obra barata. Esa es nuestra realidad y lamentablemente no hemos podido cambiar el panorama gracias a la indiferencia del Estado”.
LA CAUSA AVALADA EN CIFRAS
Mientras cientos de chilenos transitan por las calles de Santiago para llegar a sus rutinas escolares, laborales o domésticas, Antipan Meli, estudiante de pedagogía en historia, de la Universidad Católica Silva Henríquez, recuerda con nostalgia su vida en Chol Chol, pueblo ubicado a 29 km. de Temuco.
“Me levantaba todos los fines de semana a trabajar en la cosecha con mi padre. Cada cierto tiempo hacíamos el mingako, una labor colectiva que se realiza para ayudar a un miembro de la comunidad. Comíamos tortillas, pancutras, munday (chicha de trigo). Pero la realidad de mi familia me obligó a venirme a estudiar”.
Es este tipo de historias las que organizaciones nativas quieren cambiar. Las tradiciones que tanto extraña Antipan, se irán perdiendo con el paso de los años si es que no regresa a su pueblo para cultivarlas en futuras generaciones.
Pero las expectativas económicas y laborales que le entrega la zona no son favorables. La región de La Araucanía, compuesta por las provincias de Cautín, Malleco y la capital regional de Temuco, presentan, según el mismo estudio realizado por Saracostti, una tasa de pobreza del 27,1%, un 29,3% de desempleo y 30, 2% de mortandad infantil.
A su vez un análisis hecho el 2011, por el Centro Latinoamericano de Desarrollo Social, con datos de la encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional, comprobó que la posibilidad de ser mapuche pobre aumenta en un 2.6% si vive en la Región de La Araucanía. La misma posibilidad crece al 5.6% si la persona mapuche entiende su lengua (mapudungún) y a 6.4% si además la habla.
Rodrigo Cerda, economista e investigador del Centro de Estudios Públicos (CEP), concluyó varias aristas en su tesis “Situación socioeconómica reciente de los mapuches en la Región de la Araucanía”, realizada el 2006.
“La tasa de indigencia mapuche del sector, siempre supera al promedio nacional y regional, al igual que el fenómeno migratorio durante expansiones económicas, y el bajo nivel de logros educacionales. De hecho más de un 12% de los mapuches de la zona se declaran como analfabetos, mientras que esta cifras en el resto de Chile bordea el 4%”, según detalló en su investigación.
De acuerdo al estudio de Cerda, el estado de déficit económico se experimenta “con más énfasis” desde los años 60’ a la actualidad, en el que además se nota un “progresivo rezago en términos de producto per cápita y también los más altos índices de desigualdad en Chile”.
Sin embargo, Nancy Antillanca, werkén de las organizaciones mapuches, señala que aproximadamente hace “diez años se trata el problema de la pobreza” a nivel de agrupaciones.
“Hemos solicitado a los gobiernos de turnos mayor capacitación, integración y opciones laborales en la zona. Existe mucha hambre, miseria y muertes en nuestro pueblo porque las tierras que no han dejado son poco productivas. Esto podría explicarse porque nos repartieron las menos fértiles y las han sobre explotado con forestales e hidroeléctricas”.
La soluciones que da Antillanca al problema, son readecuar la política de entrega de tierras y complementarla por medio del fomento productivo, crear más puestos de trabajos con remuneraciones dignas y centros de estudios que permitan la ilustración de su pueblo. “Así podremos salir de las carencias que vivimos”, comenta indignada.
CONSECUENCIAS DE LA MISERIA
Queda de manifiesto que los resultados de estas estadísticas provocan un claro descontento entre los mapuches. La expresión a la situación de escases de derechos y recursos en la zona de Arauco, adquirió carácter político y económico, expresado en el surgimiento de organizaciones, innumerables manifestaciones, origen de líderes, atentados y comuneros asesinados.
Es así como Millaman activista de la CAM, indica que la ira desatada por la realidad en la que están sumidos seguirá intensificándose hasta ver resultados. “El Estado no pretenderá que el mapuche moderno sea construido sin violencia, si no escuchan nuestras demandas”.
La suma de atentados incendiarios, que comenzaron a hacer noticia desde el 17 de agosto del 2008, con la quema del fundo Santa Rosa, de propiedad del agricultor Jorge Luchsinger, es una muestra de esa rabia acumulada.
Asimismo, los asesinatos a los comuneros, tras enfrentamientos armados con efectivos policiales, que cobraron la vida de Alex Lemún, Matías Catrileo, Jaime Mendoza, Rodrigo Melinao, entre otros, son algunas de las muestras que expresan las consecuencias de este conflicto ancestral, que hace aproximadamente una década ha sumado un nuevo foco a sus demandas, generando mayores provocaciones a este pueblo que al parecer no descansará gracias a su intensa resistencia.
Mientras tanto el Estado, a través de la Corporación Nacional de Desarrollo Indigena (CONADI), organismo dependiente del Ministerio del Interior, no ha logrado negociar con las principales organizaciones autóctonas, entre las que se destaca, como se mencionó con anterioridad, la CAM.
Si bien los objetivos establecidos por la institución son velar por el desarrollo de las comunidades indígenas, especialmente en lo económico, social y cultural, y de impulsar su participación en la vida nacional, los problemas no han tenido soluciones y las manifestaciones en contra los gobiernos de turno han sido cada vez mayores.
“Hemos tenido la disposición para dialogar, a diferencia de la gran mayoría de los caudillos del mundo mapuche. Entendemos que somos los representantes de los que están en la pobreza dura, de los que necesitan que avancemos, aunque no lo hemos podido hacer con la rapidez que nos gustaría porque los últimos gobiernos no han tenido la disposición”, expresó la werkén Antillanca.
Desde la CAM, Millaman, crítica las relaciones con el Estado y argumenta que “estamos viviendo una revolución cultural silenciosa, porque desde 1818 hasta 2008, Chile era un país monocultural, como lo estableció O’Higgins, eso terminó con el convenio 169 de la OIT en 2009, y lo que ahora viene es que en 20 o 50 años más tengamos un país multicultural que nos reconozca”.
Los diferentes movimientos sociales han aportado a dar notoriedad sobre las necesidades étnicas, potenciar el pensamiento político y generar instancias de negociaciones, las que si bien no han tenido los frutos necesarios, son un pie avanzado para llegar en el futuro a acuerdos y terminar con la situación de pobreza de este pueblo muchas veces invisibilizado.