La semana pasada vivimos una escalada de actos violentos en la Región de la Araucanía: Quemas de propiedad privada, enfrentamiento entre combatientes organizados y carabineros, y la frase de la Ministra Secretaria General de Gobierno, Cecilia Pérez, “queremos lo que todos buscan, la pacificación de la Araucanía”. Y claro, resulta un hecho violento que la propia Ministra vocera emita una declaración empapada de ignorancia. Me pregunto, ¿no sabrá la Ministra Pérez que el proceso llamado “pacificación de la Araucanía” corresponde a un sangriento periodo de nuestra “construcción” como República en el que los pueblos mapuche y pehuenche fueron “conquistados” y aculturizados concluyendo así con la famosa Guerra de Arauco? Violento me parecería que no lo supiera, pero aún más si lo hubiese dicho sabiendo lo que significa para nuestros indígenas.
Todos estos actos violentos estaban relacionados coyunturalmente con la conmemoración de 1 año de la muerte del matrimonio de empresarios Luchsinger – MacKay, y de 6 años de la muerte del joven Matías Catrileo.
Todo este contexto resulta ser bastante simbólico, por lo que cualquier acto ligado a estas conmemoraciones también lo serían. Los apellidos, las posiciones, los ideales, las visiones de mundo, entre otras cosas, marcan los símbolos asociados a ambos hechos fatales. Por esta razón resulta bastante incomprensible la actitud que tomó el gobierno a través de sus ministros vocera y del Interior para abordar este contexto. La Ministra vocera emitiendo ese calibre de declaraciones, Chadwick visitando y haciendo mención únicamente a los familiares de los Luchsinger – MacKay, y además invocando la llamada ley antiterrorista, y, como sabemos, todo lo que implica.
Esta incompetencia es bastante sintomática de nuestra sociedad en su conjunto. Hemos tenido una profunda torpeza para abordar el conflicto mapuche de manera menos errónea. Nadie cuestiona su complejidad ni subestima la espiral de odios y rencores extendidos entre mapuches y mestizos, pero como autoridades incurrir en las mencionadas faltas resulta, al menos, vergonzoso.
Nadie se exculpa de responsabilidades. El tema fue el gran ausente de la campaña presidencial que vivimos hace recién unos pocos meses. Los programas de gobierno, incluyendo el de la Presidenta Electa, tenían poco o nada de propuestas para abordar esta casi crisis humanitaria.
Las soluciones no llegan con una varita mágica, menos a conflictos de esta envergadura. Sin embargo, uno pide mayor seriedad y pulcritud de nuestras autoridades al actuar en relación a este tema. Eso como mínimo, a ver si realmente hacemos alguna vez como sociedad algo en serio en relación al mal llamado “conflicto mapuche”.