[Columna de opinión] SÍ A MI VIDA: PÓNTE EN MI LUGAR

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La interrupción voluntaria del embarazo o aborto, es una práctica tan antigua como la humanidad. En una primera instancia y durante muchos siglos las mujeres tuvieron el control de su reproducción, esto hasta el nacimiento de la ginecología y las políticas natalistas, desde el siglo XIX en adelante.

A partir de esa época, las mujeres hemos estado sometidas a tres voluntades externas: La Iglesia, la medicina y los políticos, lugares donde históricamente se concentra el poder masculino y de los cuales sólo comenzamos a emanciparnos en el transcurso de los años 70 con el trabajo intelectual y político de la segunda ola feminista.

Con o sin leyes que protejan a las mujeres en sus decisiones, el aborto es una realidad mundial que no discrimina, las razones por las que se aborta son muchas, pero siempre son decisiones que las mujeres toman de manera racional y conscientes de no poder asumir el desafío que implica una maternidad.

Dentro de las políticas de aborto están los países en los que es legal abortar y aquellos donde está prohibido -muy pocos hoy por hoy- entre estos últimos se encuentran los países donde se puede abortar de manera clandestina pero segura, es decir, abortos hechos por personal médico con todas la medidas de higiene – es el caso de varios países en el caribe- y aquellos en los que se puede abortar de forma clandestina pero insegura, sin ningún resguardo médico ni higiénico.

En Chile tenemos la posibilidad de abortar siempre de forma clandestina, pero dentro de un régimen de apartheid de clase: Las mujeres que tienen los recursos van a clínicas y pagan un aborto clandestino seguro sin complicaciones, en cambio, las mujeres que no poseen dichos recursos quedan supeditadas a la información su círculo, a tomar pastillas sin indicación de un especialista o peor aún, a hacerse un raspaje en las peores condiciones de higiene imaginables, en consecuencia, a sufrir las secuelas que las conducen al hospital, a la posterior denuncia del personal hospitalario, la llegada de carabineros y finalmente a un juicio. En fin las mujeres sin recursos en este país tienen derecho a la culpabilidad, la humillación y la estigmatización.

El proyecto de ley  que será votado próximamente necesita tu apoyo, las tres causales a las que se refiere implican solamente devolvernos a las mujeres nuestra dignidad como ser humano:

  • Dennos el derecho a no querer morir en un parto que mi cuerpo no soportará.
  • Dennos el derecho a no querer que nuestro cuerpo sea el sarcófago de un feto inviable.
  • Dennos el derecho a proteger hasta el final a nuestras hijas violadas.

Nuestros cuerpos no son instrumentos de la sociedad, ni de la Iglesia, ni de ningún hombre, tampoco somos receptáculos disponibles para violadores…Porque el derecho a la vida es primero de quién vive  ¡PÓNTE EN MI LUGAR!

Jenny Arriaza
Cientista Político
Magíster en «Población, Salud y Políticas Sociales» EHESS, París
Especialista en Género y Diversidad Sexual.

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