El debate sobre la legalización del auto cultivo de marihuana, con todas sus variantes, atenuantes y agravantes, no deja de estar en su peak. Hace sólo unos días, algunos medios latinoamericanos publicaron que una comitiva del Ejecutivo y Legislativo Brasileño llegaría a Uruguay con el fin de hacer lobby para que no se legalice el Cannabis en dicho país.
Por otro lado en Chile, casos como el de Matías Vega, Ariel Mateluna, el médico Milton Flores y Manuel Lagos, han puesto en la palestra un tema que involucra variantes muy transversales: desde los derechos civiles hasta la salud pública.
Al fragor del debate se suelen omitir precisiones respecto a las propuestas concretas de cada postura. Algunos proponen despenalizar el auto cultivo de cannabis, es decir, que no sea considerado un delito la posesión de una o más plantas, y que ello no suponga una actividad ilícita relacionada. Otros proponen derechamente la legalización de esta sustancia, siendo legal su cultivo, porte, consumo y comercialización.
Los argumentos esgrimidos por los detractores de su despenalización o legalización se vinculan fundamentalmente a que esta droga sería la “puerta de entrada” a otras de mayor envergadura tóxica y poder adictivo. Por el contrario, sus propulsores argumentan en favor del ejercicio de los derechos civiles de responsabilidad y autonomía individual, y negando la adicción que provocaría el cannabis por sobre otras drogas legales como el tabaco y el alcohol.
En estricto rigor, los estudios más serios, objetivos y plausibles sobre el tema señalan que los efectos adictivos y dañinos de la marihuana serían sustantivamente menores a los provocados por el alcohol y el tabaco. Incluso, posturas como las del médico Milton Flores asociando un carácter espiritual al consumo del cannabis, o de estudios que demuestran impresionantes beneficios médicos asociados también a su consumo, hacen cada vez más robustos los argumentos de sus promotores.
Desde ese punto de vista entonces cabe preguntarse ¿es razonable que una droga probadamente menos dañina que otras legales, siga siendo colocada dentro de las más tóxicas en nuestro país? A la luz de demostrado por especialistas en la materia, la respuesta parece ser NO.
Desde una óptica ética-social se podría ir más allá. Los seres humanos dentro de sus facultades físicas y mentales estables son libres de hacer con sus vidas y cuerpos lo que estimen conveniente mientras dichas acciones no afecten a terceros. Lo que incluiría, eventualmente, consumir drogas más potentes como la cocaína o la heroína. Sin embargo, aunque se plantee que esto podría ocasionar una carga adicional para el Estado en materia de salud pública, nada hace suponer que al levantarse las irracionales prohibiciones que existen actualmente el acceso a las drogas y consumo de drogas ilegales, incluyendo la marihuana, aumentarían explosiva y exponencialmente. Hoy el que quiere consumirlas lo hace.
En el contexto eleccionario que vive Chile, es de suma relevancia conocer la postura y cómo votarían los candidatos al Congreso ante una eventual legislación al respecto. Principalmente teniendo como foco la relevancia de los desafíos y oportunidades que plantea este debate si se quiere avanzar hacia una sociedad más justa, libre, crítica y responsable de su propio destino.