En la sociedad de consumo continuamente nos vemos enfrentados a la ecuación precio- calidad, a diario en nuestras decisiones cotidianas buscamos asegurar un valor adicional en las condiciones que nos ofrecen los productos y servicios, más aún, dada la expansión de la información sobre los derechos y la protección de ellos a través de los medios de comunicación y en especial de las redes sociales, el consumidor está cada día más exigente en sus hábitos de consumo, valorando la calidad y el valor agregado entregado. ¿Pero qué sucede cuando la calidad o la falta de ella están circunscritas a los servicios entregados por el propio estado? ¿Dónde encontramos el Sernac del ciudadano?
En los últimos días hemos sido testigos de cómo el mejor Censo de la Historia, terminó siendo un fiasco, ha sido tema nacional con opiniones que abarcan un amplio espectro que incluso toca en el humor irreverente.
Sin embargo, el hecho de comprobar que un instrumento de medición, tan trascendental como un Censo Nacional, está errado es grave, más allá de las responsabilidades políticas y administrativas, el Censo es un instrumento cuyos resultados, junto con estimar de forma certera la población de un país, se convierte en el insumo primordial para la creación de políticas públicas en relación a esas estadificas sociales. Es decir, si estas cifras no se acercan a la realidad de la población, ¿Cómo podremos construir políticas que respondan a las reales necesidades de los ciudadanos? Lo sucedido en el Instituto Nacional de Estadísticas, se suma a otras estadísticas sociales, que permiten obtener una radiografía nacional, es el caso de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN), que también en su momento fue cuestionada por los puntajes que otorgaba, muchas personas en clara situación de pobreza quedaban excluidos de beneficios gubernamentales, dada su nueva situación socioeconómica arrojada por esta nueva medición.
La gravedad de la impugnación de estas estadísticas sociales, es en primer lugar la falta de confianza sobre cualquier decisión del estado frente a problemas claves en la gestión del país, pobreza, educación, envejecimiento, vivienda, entre otros asuntos relevantes para el desarrollo nacional.
Por otra parte, es lógico que estas noticias nos hacen perder confiabilidad frente a los observadores internacionales, por ello no sería extraño, que las inversiones extranjeras se vieran afectadas por esta situación, un país cuya administración no es capaz de lograr estadísticas sociales verosímiles, genera desconfianza en los mercados internacionales y por ende la economía también puede verse afectada. Pero en realidad poco importa porque de todos modos no sabremos con certeza cuanto nos afectó, a cuantos ciudadanos o cuanto más pobre son.
La única forma de generar una presión por la calidad en el funcionamiento de las instituciones gubernamentales y civiles, es la expansión de conciencia de los ciudadanos, invitando a otros a informarse de lo que implica una mala decisión en un momento determinado.