Regalemos valores

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¡Al fin llegó nuestra soleada navidad! Esa fecha que nos obliga a sudar la gota gorda buscando el mejor regalo para nuestro amigo secreto. Esa bendita fecha que nos deja con los bolsillos vacíos, pero el corazón lleno de amor. Un día de paz, de familia, comida rica, muchos brindis y sonrisas. Entonces, ¿por qué siempre ver lo peor de ella?

Pensémoslo por un momento, si desde Noche Buena e incluso antes se nos incentiva a convertirnos en seres alegres y deseosos de dar amor, ¿por qué no hacer caso? Es mucho mejor repartir sonrisas que andar con la pancarta anticapitalismo alzada hasta los cielos. No es obligatorio que te endeudes y pagues en millones de cuotas la autopista que tu hijo pidió al Viejito Pascuero, pero es imperativo que ese niño comprenda que los presentes no son solamente materiales. Abramos más que un paquete, abramos nuestros corazones.

El sentido de la navidad en ningún caso ha sido llenar el árbol de regalos, sino sentirnos llenos con las acciones que realizamos. Si durante los 364 días restantes nos preocupamos del dinero, de las cuentas, del trabajo y la rutina, permitámonos este 25 de diciembre mirar más allá de nuestra propia nariz.

Hay tanta gente que necesita ese cobertor de plumas que ya no quieres porque hace parecer tu casa un gallinero, o una simple sopa en sobre como cena navideña. Es más, hay amigos que pasan esta fecha alejados de sus seres queridos, o familias que no pueden reunirse por conflictos entre hermanos, primos y demás.

Vivimos preocupados en encerrarnos en lo políticamente correcto, impidiendo que ese familiar que decidió tener como pareja a alguien de su mismo sexo se siente en nuestra mesa, o que la “oveja negra” que se fuma un puchito de marihuana al día comparta, por obligación, más con sus amigos que con sus propios padres. Si la navidad se hizo para dar amor y sentir paz, regalemos lo que no podemos envolver; entreguemos valores.

Pongamos más puestos para cenar, cocinemos un plato de más y dejemos que las sonrisas se compartan con todos aquellos que alejamos de nuestra vida por motivos triviales. Si después de la tercera champaña todos somos amigos, embriaguémonos de este sentimiento el año completo.

Pensemos que en lugar de regalar juguetes, ropa, accesorios y cosas para el hogar, es mejor llenar ese hogar de inclusión, amor, respeto, igualdad y dignidad ¡Reencontrémonos con el verdadero sentido de la navidad y con nosotros mismos!

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