Figuraba en una silla de ruedas con toda la mercadería posible en mi regazo, mientras mi hermano cancelaba en caja. Pude ver en cada rostro la frase: “pobrecita, es tan joven”, al tiempo que se leía la reprobación hacia mi acompañante, imagino que por hacerme llevar tanto peso. Llegué a un punto, entre tanta mirada compasiva, en el que yo misma sentí pena y quise dejar de estar sentada.
Aclaro que nunca necesité estar en esa silla, sólo era una forma simple y práctica de llevarla hasta el auto y luego, hasta su verdadero nuevo usuario. Sin embargo, la practicidad duró hasta la puerta de salida. Las veredas estaban destruidas y los accesos para discapacitados resultaron ser una experiencia extrema ¡Cómo pueden hacerlos tan empinados!
Viví por un par de horas lo que algunos pasan toda su vida: la experiencia de ser una persona con discapacidad. Y para nada lo describiría como una experiencia agradable, sino todo lo contrario. Las calles, las edificaciones, inclusive las puertas no están preparadas para soportar una silla de ruedas. Por eso se agradecen causas como la Teletón, ya que al menos por 27 horas podemos estar seguros de que la gente se cuestiona si existe o no inclusión en su país.
No podemos esperar que las personas que tienen alguna discapacidad se integren al mundo si nosotros no los ayudamos. Basta con decir que ni siquiera pude girar las ruedas de mi silla por el estado del pavimento, es más, había veredas tan estrechas que pensé seriamente en la posibilidad de bajar a la calle.
Según cifras del Primer Estudio Nacional de la Discapacidad, realizado por SENADIS, existen en Chile 2.068.072 personas con discapacidad, vale decir, el 12,9% de la población total. Y, aunque no niego la existencia de políticas inclusivas, queda mucho camino por recorrer, quizás aún más en regiones, donde el presupuesto otorgado se dirige a asuntos “más urgentes”.
Pongamos como ejemplo el transporte público. El Transantiago cuenta con asientos preferenciales y espacios exclusivos para sillas de ruedas. Asimismo, el bus disminuye su altura y se despliega una rampa para que quien lo necesite pueda bajar sin problemas. Pero en regiones tenemos otro panorama;las micros siguen siendo demasiado estrechas, sin asientos preferentes o puertas anchas ¿es que acaso se piensa que la gente fuera de la capital no necesita de estas mejoras?
Si cada uno de nosotros tiene una capacidad distinta a la que tiene su compañero ¿por qué no hacer que el país completo sea más amigable? No podemos pedirle a alguien que no puede ver, escuchar o caminar que se integre si las políticas públicas no le dan la posibilidad.
Aprovechemos estas 27 horas y replanteémonos las carencias y abundancias que hoy tiene Chile en temas de inclusión. A la vez, partamos por casa y ayudemos a las personas ciegas a llegar a su destino, o a las personas en sillas de ruedas o con muletas a bajar por esas increíbles pendientes que se hacen llamar accesos.
Pongamos nuestro granito de arena y apoyemos causas como la Teletón, porque más allá de las críticas monetarias, está la conciencia que se genera y esperemos que, en algún punto, este conocimiento se aprehenda a nuestra cultura para que el día de mañana no veamos a la gente en situación de discapacidad como entes especiales, sino como personas con capacidades diferentes a las nuestras, pero igual de funcionales.