No es que el debate sobre una nueva Constitución Política para Chile sea sólo música. Al contrario. Después de «Educación Gratuita y de Calidad», una de las consignas que más fuerte se ha instalado en el contexto electoral que vivimos es el de «Asamblea Constituyente». Tras este concepto subyacen varios debates. Sin embargo, en este artículo queremos abordar básicamente dos: La necesidad de una nueva Constitución Política de la República y el mecanismo para llegar a ella.
Hace ya varios meses se formó un movimiento ciudadano llamado Marca tu Voto. Para este 17 de noviembre llaman a, junto con votar, escribir en la papeleta AC (Asamblea Constituyente), con el propósito de manifestar el mayoritario apoyo que tendría entre los chilenos la idea de una nueva Constitución para nuestro país. Profundizar en la legalidad y validez de los votos con esta marca no tiene mayor sentido, toda vez que el Servicio Electoral ya ha dejado suficientemente claro que son votos válidos y se contarán según corresponda. Sobre lo que sí tiene sentido reflexionar es que la Constitución actual está profundamente cuestionada. Por su puesto estos cuestionamientos no se dan sólo a nivel de la ciudadanía, sino sobre todo en el mundo político y académico. Los argumentos respectivos parecen ser de mayor peso que los defensores. Un plebiscito sin padrón electoral, un contexto político autoritario y represivo, y una redacción a puertas cerradas, entre otras, parecen ser razones política e institucionalmente plausibles para exigir el cambio.
El otro debate –el que se refiere al mecanismo- parece estar bastante más abierto. Suena muy razonable plantear que en una democracia que aspira a robustecer sus instituciones implementando mecanismos de participación ciudadana y corresponsabilidad en el diseño, implementación y evaluación de políticas públicas, plasme dicha aspiración en el origen, en el gran marco legal, del resto de las reglas que la rigen: la Constitución Política. Sin embargo es profundamente necesario reflexionar sobre si el mecanismo de una Asamblea Constituyente es la panacea para ese deseo. Particularmente si se considera que los detalles de procedimiento de la Asamblea Constituyente no están determinados ni definidos ni siquiera por sus promotores.
Bien vale discutir en profundidad este último punto, teniendo en cuenta que la carta fundamental de un país es la que define el gran marco de reglas que van a regir, y del cual emanarán, una serie de otras leyes que influirán de forma bastante más directa a los ciudadanos que la Constitución misma –a propósito de quienes le bajan el pelo a este esencial debate-. Esto no es menor si se plantea, por ejemplo, que cada partido según su peso electoral actual pueda poner representantes en un número equivalente a ese criterio. Hay claridad que el partido más opositor al cambio de la Constitución de 1980 probablemente sería el que más representantes tendría. Entonces ¿serviría realmente la Asamblea Constituyente si su resultado es igual o peor a la Constitución que ya tenemos?
Finalmente, la invitación es a enfocar la discusión y las propuestas en los procedimientos para lo que es la conclusión central de este artículo: la indiscutible necesidad de cambiar la Constitución Política de Chile.