Ciertamente todos los gabinetes de los Presidentes recién electos resultan un misterio. No sólo porque buena parte de ellos se esmeran –aunque algunos no tanto- en mantener el hermetismo hasta última hora, sino porque además derechamente hay algunos puestos que se zanjan a último minuto. El de Bachelet no será la excepción.
Ciertamente también, resulta interesante, y hasta entretenido, elucubrar sobre posibles nombres y las carteras que dirigirían. Sin embargo, me parece más certero y de menos “malabares mentales”, preguntarse cuáles serían los criterios para el diseño del nuevo gabinete de la Presidenta electa, Michelle Bachelet.
En relación a ello, los primeros en considerarse podrían ser los papeles que tuvieron sus más cercanos durante la campaña, algún rol específico que ciertos personeros de la otrora Concertación jugaron -o no- en su gobierno anterior, la preparación y/o características políticas que poseen sus asesores, e incluso la militancia partidista de alguno que otro carismático miembro de La Nueva Mayoría. Pero criterios más profundos, aunque parezca lo contrario, como “gobierno paritario” o “el gobierno de los mejores”, a veces terminan siendo los que definen las decisiones.
La Presidenta electa no sólo deberá afrontar este nuevo periodo con el peso de ya haber gobernado y, por ende, no volver a cometer errores del pasado. Como leí alguna vez a un analista político: “Bachelet nos ‘impuso’ un gabinete con paridad de género y una gestión ‘ciudadana’, no entendiendo que las prioridades y su conducción implicaban mayor liderazgo y visión de Estado”.
Por otra parte tiene un desafío no menor: la incorporación del Partido Comunista al gabinete después de más de 40 años fuera de esa instancia institucional. Si bien hay quienes dicen que no es la Concertación la que se izquierdizó, sino que fue el PC el que se derechizó –pensando en el espectro político-, cabe recordar que en los tiempos de la Unidad Popular este partido era bastante más moderado que el propio Partido Socialista quienes eran los efectivos partidarios de la lucha armada. Sin embargo, claramente hay ciertas cosas que el PC debe definir. No sólo por que la ciudadanía lo cuestiona, sino porque sus propios compañeros de coalición lo hacen. Conocidos fueron los duros emplazamientos que históricos líderes de la Democracia Cristiana como Gutemberg Martínez y Andrés Zaldivar emitieron hacia el partido de la hoz para que definieran sus posturas sobre derechos humanos y otras materias claves.
Así las cosas, resulta poco probable que Bachelet omita del gabinete al Partido Comunista. Le fueron leales, y le son útiles. Ante los tres grandes ejes programáticos de campaña: reforma tributaria, nueva constitución y educación gratuita universal, Bachelet no sólo necesita sus votos, sino además la raigambre social en sectores claves, siendo éstos los principales interesados en que estas tres grandes promesas dejen de ser eso, promesas.