Si hoy Sara Montiel interpretara su famoso tango, el que describía al cigarrillo como un placer “sensual, genial”, seguramente instituciones, parlamentarios y organizaciones sociales lo calificarían como una apología al vicio, el mismo que en los años 50’ era considerado como un hábito elegante y que ahora es calificado como una adición que mata pero que, sin embargo, un 41% de los chilenos, según el informe de la Organización Panamericana de la Salud, aún sigue disfrutando bajo el completo conocimiento de sus consecuencias.
Después de que en 2013 comenzara a regir ley del tabaco (N°20.660), el panorama para los fumadores se puso duro. Más aún cuando se ha creado un estigma social donde quienes consumen este tipo de sustancias son mal vistos. A pesar de esta situación, la estrategia estatal que prohíbe fumar en espacios cerrados de uso público no ha dado los resultados esperados porque las cifras de tabaquismo en la población adulta no bajan desde el 2008, y los adolescentes tienen la mayor tasa de prevalencia de consumo de cigarrillo en todo el continente.
La nueva moción presentada en abril de este año, por integrantes de la Comisión de Salud, califica que esta legislación sigue siendo insuficiente, particularmente en cuanto a la venta de cigarrillos y a la necesidad de proteger a los menores que muchas veces se transforman en fumadores pasivos. Es por eso que ahora los senadores tras esta iniciativa, Guido Girardi, Fulvio Rossi y el ex senador Mariano Ruiz Esquide, buscan endurecer la ley adaptándola al actual estándar del Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT).
Los autores de la propuesta aseguran que la ley en vigencia “flexibilizó ciertas exigencias originalmente planteadas tanto en el tratado como en mociones que originaron la reforma, pero no alcanzó a regular todas las materias que exige el estándar internacional o éstas fueron reguladas incompletamente”.
Al poner en marcha esta moción que impedirá fumar en automóviles donde se transporten menores, así como también en áreas silvestres protegidas por el Estado, parques, plazas o lugares de recreación destinados a menores, además de los lugares de acceso público que ya estipula la ley ¿en dónde se podrá fumar?.
Ya no quedarán lugares al aire libre, ni particulares, más que la privacidad del hogar en la que se podrá disfrutar uno de los placeres más antiguos de la humanidad, originados precisamente en América, zona en la que seguimos disfrutando inhalar y exhalar el humo para conversar sobre la existencia, olvidar las tristezas, liberar las tensiones, acompañar un café de sobremesa, o simplemente como instancia social que nos vincula y comunica mientras compartimos un trago en un bar.
Según las políticas públicas, que se empecinan en crear estrategias mediáticas destinadas a reprimir, solo nos queda encerrarnos en la cárcel, lugar en el que aún es permitido encender un cigarro porque no es de libre acceso al público.
De esta manera, la propaganda antitabaco y la reforma tributaria continúan creando nuevos espacios de exclusión para un número significativo de chilenos, quienes disponen libremente de su presupuesto y que continúan comprando un paquete de cigarros en cualquier quiosco de nuestra contaminada ciudad, a pesar de la anunciada alza de impuestos que pretende gravar sobre un 80% a este producto.
Entretanto Montiel sigue cantando la consigna “y mientras fumo, mi vida no consumo porque flotando el humo me suelo adormecer”, al igual que muchos que piden que no coarten sus libertades, principalmente la de conciencia, la única que nos permite entender que los excesos son malos pero que bajo un uso moderado se puede seguir fumando.