Habiéndose cumplido una semana de que más de 271.000 egresados de la educación media rindieran la Prueba de Selección Universitaria, PSU, comienza para ellos un proceso de búsqueda y decisión bastante importante. Si bien, a diferencia de lo que muchos plantean, dicho proceso no es vital, sí constituye para muchos jóvenes de nuestro país un paso importante para su futuro y el de sus familias.
Esto hace particularmente relevante plantear los desafíos que tiene la educación superior en Chile en cuanto a: i) la preparación para el ingreso y estadía, ii) vías de acceso, iii) calidad de la educación recibida, y iv) proyección académica y profesional.
Los dos primeros ciertamente representan el principal foco de preocupación: Hace una semana se daban a conocer los resultados de la prueba PISA 2012. La prueba que evalúa cada tres años los conocimientos de alumnos de 15 años de 65 países en matemáticas, lenguaje y ciencia, mostraba que a pesar de seguir liderando en la región, Chile está estancado en sus resultados. En rigor la inequidad y segregación que provoca nuestro actual sistema educativo, particularmente en los niveles básico y medio, sigue siendo un problema enquistado que no se está abordando con la suficiente eficiencia, siendo éste básico para que los niveles superiores, e incluso el mercado laboral, no reproduzcan esta injusticia de origen.
La PSU como sistema de ingreso a la educación superior hace bastante tiempo que está cuestionado. Sumado a eso, año a año aumentan las instituciones educacionales que no piden la prueba para ingresar a sus planteles, lo que según expertos en la materia es totalmente válido ya que da posibilidades a un abanico de estudiantes mucho más amplio que puede seguir estudiando a pesar de las dificultades. Lo importante es que estas instituciones asuman la responsabilidad de compensar desigualdades y bajar los índices de deserción universitaria. Es justamente la desigualdad por lo que la PSU mide y selecciona, por lo que sin duda su preservación es un punto a evaluar en serio.
Probablemente la calidad y proyección que entregan las instituciones de educación superior serán los principales puntos a evaluar por quienes aspiran a ingresar a ellas, y según los cuales son los estudiantes los que tienen un mayor espacio de elección. Sin embargo, el rol fiscalizador del Estado en estas materias es ineludible. Un acucioso seguimiento y sanciones a instituciones de educación superior que prioricen utilidades por sobre calidad de educación y carreras con un campo laboral fantasma, debieran ser el segundo pilar fundamental para hacer de Chile no sólo un país más competitivo en un selecto grupo de naciones, sino primordialmente para que sea cada vez menos injusto y desigual.
Estas miles de postulaciones en un contexto segregado desde el origen como el nuestro, hacen a esta etapa muchas veces cruda y difícil para muchos jóvenes, cuando debiese ser de sueños y optimismo.