Más allá de lo público y lo privado, la educación centrada en valores a favor de la ciudadanía y la inclusión, son los puntos que hacen de las naciones y de su sociedad, sistemas que contribuyen a un mundo mejor. En Chile la incapacidad del sistema educativo para formar ciudadanos que aporten al desarrollo de nuestro país; nos ha llevado a mantener un sistema que estandariza a las personas en grupos a través de la segregación. Nuestro comportamiento individual y colectivo es el claro ejemplo que respalda esta premisa.
Chile es un país OCDE, a medias; estamos muy por lejos de los estándares de otros miembros de la organización. Nuestros “líderes” defienden posturas opuestas batiéndose entre lo público y lo privado, dejando de lado el centro que son las personas, los niños, el futuro.
Un informe de Unicef dice que el 25% de los alumnos de 15 años en Chile no puede resolver ejercicios básicos de lectura, matemáticas y ciencias, sentenciando que nuestro sistema educativo ha fracasado.
Pero, ¿nos sorprende realmente este asunto? Cuando vemos las campañas presidenciales, discursos vacíos o viejas promesas de libro de los candidatos al parlamento, nos hace pensar que el problema educativo también recae en ellos; nos convertimos en un país sin líderes ni opinión, una sociedad que limita el pensamiento crítico desde la cabeza a los pies.