El 2 de julio los chilenos tenemos que levantarnos e ir a las urnas a definir con que estamos de acuerdo y con que no. La mayoría de los candidatos han definido su posición y valores que guían sus campañas representando su coalición política. Pero qué hace un candidato que no está a favor del aborto frente a 70.000 abortos que se practican anualmente en Chile.
La continuidad de los proyectos se ven interrumpidos por cada gobierno que sucede al otro. Un ejemplo es el sistema de transporte público Transantiago, que luego de 10 años de su funcionamiento ha perdido más de 150 millones de dólares anuales. Esto ha hecho que las políticas públicas entreguen desconfianza sin consuelo para el ciudadano a pie. Sin mencionar las reformas a la salud, educación y tributaria, entre las más trascendentales y básicas de una sociedad que apela a la evolución de la calidad de vida.
¿Cómo alcanzaremos el nivel que se merece un ciudadano por parte de su estado, si las políticas públicas no tienen continuidad, desarrollo, monitoreo, evolución al no perpetuar el trabajo del gobierno anterior? Da la impresión que la política sólo busca ganar las elecciones a su contra parte, para instalar su bandera y sin retomar todos los servicios, recursos, dinero y tiempo elaborado para alcanzar las propuestas de cada gobierno.
Chile necesita políticas de estado a largo plazo y con gobiernos de 4 años que se pelean el puesto presidencial, es algo utópico. El futuro que nos depara el servicio público no es favorable para el ciudadano chileno que seguirá pagando el transporte, el alza del pan, combustible, agua y luz. Además, sin considerar los servicios de salud, la educación de los hijos y el anhelado sueño de la casa propia. Pensando sólo en las necesidades básicas, ningún candidato a la presidencia podrá solucionar en un solo gobierno lo que aqueja a los chilenos durante décadas.