Este lunes la prensa informaba que el Instituto de Salud Pública (ISP) autorizaba el ingreso al país de un medicamento que contiene cannabis. Sativex es un spray bucal recetado para paliar el dolor causado por graves enfermedades, y quienes lo requieran deben solicitar la prescripción y auspicio de un médico, tramitar su ingreso a Chile y, por supuesto, pagarlo. Todas estas exigencias atienden particularmente a la calidad de “sustancia o droga estupefaciente o sicotrópica, productora de dependencia física o síquica, capaz de provocar graves efectos tóxicos o daños considerables a la salud (…)” en la que el Decreto 867 pone al cannabis.
Bastante hemos tratado –y lo seguiremos haciendo- la despenalización del autocultivo y derechamente la legalización de la marihuana. Hemos argüido razones legales, sociales, judiciales y políticas. Sin embargo las razones relacionadas a ‘los otros usos’ de esta planta, más allá del recreacional, a veces son soslayadas claramente de forma intencional, en particular por quienes están en contra de su legalización.
La demonización que se ha hecho del cannabis es bastante irracional. La originaria viene desde la ley 20.000 y su reglamento, pero también se encuentra otros sectores de la sociedad que obtusamente no reconocen principios medicinales y terapéuticos en esta planta. El empleo de medicamentos con componentes cannabicos ha sido aprobado en Gran Bretaña, España, Dinamarca, Alemania y Suecia, entre otros. Lo paradójico, triste y grave, es que en nuestro país tenemos al cannabis al mismo nivel de la heroína y la pasta base.
La despenalización del autocultivo y derechamente la legalización de la marihuana está muy lejos de ser un capricho. No se trata simplemente de liberalizar el consumo recreacional de un producto natural por razones de autodeterminación, y que los ciudadanos tengamos libre y responsablemente el derecho de consumir un producto del cual no hay evidencia concluyente respecto de su nocividad. Sino, se trata también de que este producto, por el contrario de lo difundido y establecido legalmente, tiene facultades medicinales y terapéuticas comprobadas médicamente.
Mientras en México, se unen Senadores de izquierda y derecha para exigir legalizar el uso de la marihuana con fines médicos, en Chile se criminaliza a los consumidores de cannabis y se les pone al nivel de grandes traficantes. No se diferencia en la ley a unos de otros. Y claro, en ese contexto resulta hasta coherente que así sea, si a la marihuana misma se le trata de igual manera que a la cocaína y metanfetaminas.
Así las cosas, resulta ineludible y evidente exigirle a nuestros legisladores mayor prolijidad en su trabajo. Son los encargados de establecer con precisión los límites y alcances de las leyes que nos rigen a todos, y según las cuales se pueden cometer errores tan garrafales como los mencionados por nosotros y muchos expertos y autoridades en la materia.