Ocho de marzo y las calles se pintaron de gritos, pancartas y cuerpos desnudos. El ambiente se vio repleto de exigencias y las voces se alzaron en un solo canto: “No quiero flores, ni chocolates ¡Quiero tu respeto!”.
Este Día Internacional de la Mujer, en general, no fue tan diferente a otros. Los marchantes disconformes volvieron a pisotear las calles en busca de igualdad y otros valores, porque ya hace un rato comprendimos que antes que nuestro género, debe prevalecer el sentido de humanidad.
Se pedía libertad. Con cantos inventados, entonados al unísono, una poderosa multitud demandaba lo que hasta el lenguaje califica como abstracto. Pero este año, aquel sustantivo aspira a ser verbo: con un proyecto de ley en el Senado para despenalizar el aborto en tres causales y un segundo, que resguarda la libertad de las mujeres para caminar tranquilas por la calle. Con esas leyes en el horno, este Día de la Mujer marcó la diferencia ¡Estamos siendo escuchadas!
Ya lo decía Valdebenito en el Festival de Viña: “Hombres y mujeres tenemos los mismos derechos y deberes”, consigna que logró llegar al parlamento y que, en la ciudadanía, se desglosó en tendencias como: #NoMásAcosoCallejero, #NiUnaMenos y #Aborto3Causales ¡Porque sí!, porque no por ser mujeres no vamos a saber lo que estamos diciendo y hoy gran parte del masculino nos apoya en nuestros gritos.
Se destapó la olla, hoy se sabe que hay abortos que ponen en riesgo la salud y la vida de quienes los practican y se sabe que nos acosan todos los días en las calles de nuestras propias ciudades, hay pruebas, hay estudios, ¡hay proyectos de ley!
Hoy sabemos que ser feminista no tiene nada que ver con ser “feminazi”, porque nos sirve a todos, porque no luchamos por una superioridad inventada, ni entablamos cada que podemos una guerra de géneros que termina en nada.
Si algo se hace mediante el feminismo, es buscar igualdad, es querer que hombres y mujeres ganen lo mismo, que no se cobre más en las isapres por tener un útero, que llorar no sea de niñita, que cuando el mesero llegue con la cuenta no la pase automáticamente al hombre de la mesa; porque no son un sustento, nosotras también podemos invitar la cena.
No hagamos oídos sordos a los “piropos” que se lanzan en la calle, ni a la vecina que en la madrugada grita para que su marido le deje de pegar. Digamos basta a los abusos que tanto tiempo nos hicieron creer que merecíamos por ser mujeres. Porque los celos y el amor no matan, lo que mata es el pensamiento y sentimiento de superioridad que algunos hombres tienen por saberse fuertes. Como dijo Margaret Atwood: “Los hombres tienen miedo de que las mujeres se rían de ellos. Las mujeres tienen miedo de que los hombres las asesinen”.
Que este Día de la Mujer valga por todos, porque soy persona igual que tú y, por lo mismo, alzo mi bandera por los dos.