Omitiendo el mensaje del pasaje bíblico alojado en el libro de San Mateo 22:21, de separar lo que corresponde al Estado y lo que corresponde a la religión, la candidata presidencial Evelyn Matthei, abre esta semana con una tajante promesa al pueblo evangélico: “(…) en nuestro futuro gobierno no se hará nada en contra de lo que la Biblia señala”. Explicitando luego que se refería al matrimonio igualitario, la eutanasia y el aborto.
Más allá de lo que la candidata de la Alianza prometa a la población evangélica de nuestro país a cambio de sus votos, lo relevante es la reflexión y discusión de fondo que emanan de sus declaraciones. Por una parte es un evidente portazo en la nariz a materias de derechos civiles y libertades individuales, lo que implica perder un importante caudal de votos del mundo liberal. Ahora, lo que lo hace más grave aún es que con ese tipo de declaraciones complejiza incluso el debate de estas materias que debiese darse en su eventual gobierno, toda vez que si la candidata se cierra tan tajantemente a priori a alguna posibilidad de legislación al respecto, no valdría la pena si quiera discutirlo en el Congreso.
Por otro lado, el principal debate que ha abierto las declaraciones de la ex Ministra del Trabajo tiene que ver con la condición de laico de nuestro Estado desde 1925. El artículo 10 de la constitución aprobada ese año, aseguraba a todos los habitantes de la República la manifestación de todas las creencias, la libertad de conciencia y el ejercicio libre de todos los cultos que no se opongan a la moral, a las buenas costumbres o al orden público, para luego confirmarlo en el artículo 19 de la Constitución de 1980.
En este sentido, ambas candidatas se han dirigido desde sus trincheras a los evangélicos de nuestro país: Matthei garantizándoles sus esfuerzos personales para no aprobar ni una legislación relacionada a las libertades civiles, y Bachelet asegurándoles mantener la libertad de culto y un trato igualitario en un eventual gobierno suyo y una eventual nueva Constitución.
Como vemos, ambos sectores buscan ampliar su base electoral para la segunda vuelta presidencial del 15 de diciembre. En este caso en específico, se ligan las demandas de los evangélicos particularmente con las cuestiones valóricas. Lo complejo de la situación es hacer propuestas a todo el país a partir de una serie de convicciones religiosas y sagradas que el resto de la sociedad puede no compartir. Eso no tiene nada de laico.
Por otro lado, ritos republicanos como el juramento de los ministros o del Presidente de la República, aún conservan la posibilidad de que éstos prometan o juren dependiendo de su credo personal. Pero otra cosa muy distinta es impedir o promover -según el caso- políticas públicas que tiendan a imponer una única visión de mundo a una sociedad cada vez más abierta y heterogénea en sus ideas.
Lo fundamental es tender a una sociedad en la que coexistan distintos credos y visiones de mundo con respeto recíproco, y a su vez garantías legales para quienes quieran ejercer su libertad de elegir, mientras que el despliegue y expresión de esa libertad no implique daños a terceros.